martes, 29 de noviembre de 2016

Camí de tardor.

    
  Es un día cálido, demasiado para una mañana de otoño, cielo azul brillante. Apetece un baño matinal en las tibias aguas mediterráneas; pero el bañador, las toallas , la bolsa playera... todo está ya guardado esperando el próximo verano.  El camino no se dirige a la playa, sino por las calles, las plazas  llenas de cafeterías repletas de gente. Llegamos a una Iglesia: La de Santa María , con todas sus luces encendidas, muchas flores en todos los altares y los acordes del órgano llenando el Templo: Es el día 1 de noviembre y celebramos la Fiesta de Todos los Santos.

     


El paseo es muy largo, bordeado de cipreses, lleno de flores. Recuerdos que se nos fueron y que sabemos que no volverán. Mucha gente; sin embargo, profundo silencio, sólo las pisadas sobre la grava.       Murmullos de oraciones en recuerdo de nuestros difuntos.





     
  La Rambla rebosa de gentío. Hace un poco de fresco ya por la mañana y el desayuno de pan con aceite se come con gusto.  Las setas, longanizas, el postre de membrillo... se saborean con avidez.  Centenares de degustaciones se han ido acabando; pero la mayoría de los visitantes se quedan a comprar la variedad de aceites que se exponen.



   Desde el interior de la cafetería, tras los cristales empañados, se dibujan los árboles de un paseo que en otoño se quedan casi sin hojas.  Es un día gris, monótono, con una fina lluvia y un viento con ráfagas cada vez más fuertes. La cafetería está repleta, con mucho público cogiendo las tazas de humeante café intentando calentar sus manos.  Por el paseo, el paso de escasos transeúntes, fijándose de no caerse al pisar el suelo húmedo y resbaladizo del lecho de amarillentas hojas.

Recuerdos de color amarillo.
EMS.